Berlín: historia, arte y gastronomía.
En cinco días, caminé muchísimo, brindé con radler, comí delicioso y descubrí que Berlín no solo se visita… se saborea. Aquí les dejo todas mis recomendaciones.
Llegué con muchas expectativas. Sabía que nos esperaba mi familia para recibirnos con los brazos abiertos y llevarnos a conocer la ciudad a través de su cultura y, por supuesto, su comida. No siempre se tiene la suerte de contar con guías locales que se tomen el tiempo de pasearte por una ciudad que no conoces y en la que, además, no hablas el idioma, así que me dejé sorprender.


El primer día visitamos varios monumentos y museos, nos empapamos de historia y arte. En medio del recorrido, hicimos una parada para probar el famoso currywurst: una salchicha alemana servida con salsa de kétchup con curry en polvo y papas fritas. Es súper típico, así que lo encuentras en cualquier esquina. Nosotros lo probamos en el puesto Witty’s y en el restaurante Das Lemke.
Se cree que este plato nació justo después del final de la Segunda Guerra Mundial, en una época de gran pobreza en Alemania. Hoy en día, se consumen en el país más de 800 millones de currywurst al año.



Seguimos con el recorrido y paramos a descansar y tomar una Radler, una bebida típica que mezcla cerveza con gaseosa de limón o limonada. Buenaza y súper refrescante. Me encantó.
Ya en la noche, fuimos a reponer toda la energía gastada con un döner kebab. Si bien el kebab es típico de la comida callejera del Medio Oriente, Alemania alberga unas 40,000 tiendas de döner y se cree que ya ha superado al currywurst como la comida rápida favorita de los alemanes.
La palabra döner proviene del término turco dönmek, que significa "girar". El bocadillo consiste en un pan pita o lavash relleno de carne asada en una parrilla vertical, salsa de ajo y ensalada.


Otro día reservamos una tarde para ir al Markthalle Neun. Este clásico mercado de más de 120 años se convierte en food market los jueves de 5 a 10 p.m. Puedes encontrar comida de todas partes del mundo. La idea es pedir varios platitos para compartir y probar de todo (y, por qué no, una —o más— botellas de vino).


Pedimos unos manti, plato turco que consiste en pasta rellena con carne picada de cordero o ternera, servida con una salsa elaborada con yogurt, ajo, mantequilla con pimentón y hierbas. También probamos un cuscús con guiso de cordero y otro con pollo al limón de un puesto de cocina marroquí. De comida india, pedimos un clásico butter chicken y dal con garlic naan ¡Todo espectacular!


De postre, probé la mejor baklava que he comido en mi vida. Simplemente deliciosa.
Y hablando de dulces, Round & Edgy es una parada obligatoria si estás por el centro. Son unas galletas veganas que hacen al momento y te las dan calentitas… ¡ufff! Pedimos la “Blueberry Streusel Cake” y la “White Chocolate Burned Macadamia”.


Berlín realmente me enamoró por ser una ciudad tan variada y rica en cultura. Tiene bosques y parques gigantes en medio de la ciudad, hay un monumento histórico prácticamente en cada esquina, está llena de arte y, lo más importante, la oferta gastronómica es tan cosmopolita que las opciones para comer rico son infinitas.
P.D. ¡Gracias a los mejores hosts por recibirnos con tanto cariño!