París sin checklist: ¿Qué pasa cuando viajamos sin planificar todo?
Para alguien que disfruta tanto de la buena comida, es difícil viajar sin llevar una lista de todos los restaurantes, cafés y bares que quiere probar. No podemos perder la oportunidad de descubrir algo nuevo, pero estar siempre pendientes de que sea la mejor opción puede resultar agobiante.
Esta vez en París decidí fluir, una apuesta arriesgada para alguien cuadriculada.
A la primera brasserie llegamos por pura casualidad. Habíamos aterrizado hace algunas horas. Vimos el Arco del Triunfo, pasamos por Champs Elysees y llegamos a la Torre Eiffel. Estábamos agotadas y muertas de hambre. Luego de pasar por varios restaurantes muy turísticos, paramos en una terraza por puro agotamiento.
Paries Follie's estaba repleto pero la comida salía rápido. Vino, platito de quesos Reblochon, Brie y Cantal con pan, confit de pato con papas sarladaises (a la sartén con ajo y perejil, y ensaladita), y una sopa de cebolla que llegó medio fría y no tenía mucho punche, pero que igual devoramos. Fue sencillo, accesible y reconfortante luego de un día largo.
Día 2. Busqué en Google Maps un lugar para almorzar cerca porque la tarde estaba reservada para Versalles. Encontré a "Brasserie Charlie", corroboré en los comentarios que no me vaya a dar un disgusto y la decisión estaba tomada. Spoiler: resultó siendo la comida favorita del viaje.


Poros en vinagreta, crutones y avellanas tostadas y unos clásicos huevos con mayonesa. Seguimos con la pesca del día: abadejo (familia del bacalao), bisqué de mariscos, puré de papas con algas, salsa remoulade de apio ( a base de mayonesa y mostaza) y crutones. Y terminamos con el magret de pato con papitas asadas y salsa cazadora de setas. La comida no duró más de diez minutos en los platos. La sobremesa fue una repetición de halagos a lo que acabamos de probar.



Día 3. Mi hermana ya se estaba hartando de la comida francesa y las tarjetas de crédito nos decían que, después de una semana en Europa, era hora de ajustar el presupuesto. Almorzamos en “Miznon”, que significa “quiosco” en hebreo. Esta cadena de restaurantes casuales de comida callejera israelí creada por el chef Eyal Shani, sirve uno de los pitas más famosos de París.
Probamos el de roastbeef con hierbas, tomate, cebolla roja, alioli y salsa picante, y el de pollo rostizado en perejil, aioli y berenjenas. Panes recién hechos suavecitos, rellenos contundentes y buenas salsas, ¿qué podía salir mal?



Camino a ver el atardecer en la terraza de Galerias Lafayette nos tropezamos con una gran fila en plena calle. Voltee a ver que estaban esperando con tantas ansias y me topé con la vitrina de Cedric Grolet Opera.
Le expliqué a mi hermana que se trataba de la tienda del repostero más famoso en redes sociales. No tenía la intención de parar, sé por todos los videos de TikTok que sus postres pueden costar hasta cuarenta euros.
Entre mi mamá y mi hermana vieron la emoción con la que les hablé de este personaje y me hicieron regresar para convencerme de comprar por lo menos un croissant.
Pedí el Paris-Brest Pecan Flower. No volvería a pagar 18 euros por un postre, pero no me arrepiento. La atención fue súper amable y rápida. El empaque es súper elegante y el postre… Base crocante de galleta rellena de bolitas de masa choux con gianduja y pasta de pecanas, terminada con una crema suave de pecanas en forma de flor. Todas las texturas en un solo postrecito precioso. Lo comí a cuchadaritas, esperando a que no se acabara nunca.


Día 4. Celebrábamos el cumpleaños de mi hermana y me encargaron decidir a donde saldríamos a comer. Teníamos entradas para el Moulin Rouge a las 11 p.m. por lo que tenía que ser algo por Montmartre. Pink Mamma fue la mejor opción.
Este restaurante italiano de la cadena Big Mamma a media cuadra del teatro, podrá ser todo lo turístico que quieran, pero se come excelente y te atienden muy bien. Además, era un día importante, podíamos exceder el presupuesto.


Empezamos con espárragos a la plancha con vinagreta, ensalada de hinojo y stracciatella, y berenjenas ahumadas con miel, ricotta de cabra y cebollas confitadas.
De las pizzas probamos la “Crudo bufalina”: salsa de tomate, mozzarella di bufala, prosciutto, pecorino y arúgula, y la “Moment of truffe”: crema de ricotta, mozzarella, champiñones y trufa fresca.
Me quedo con que mi hermana, alguien no muy fácil para comer, terminara diciendo “Quiero llorar, es la mejor pizza que he comido en mi vida”. No necesito decir más.
Día 5. El plan era salir temprano a Giverny para conocer la Fundación de Monet. Preparamos un picnic para comer en uno de los jardines de esta ciudad que parece sacada de un cuento. Sanguchitos de prosciutto y tomate, fresas, tostadas de pan baguette y algunos quesos que había comprado para catar bajo un cielo hermoso. Crottin de Chavignol y Pelardon, ambos de leche cruda de cabra, y Cantal Jeune, una versión tierna y suave del clásico Cantal.




De regreso en la ciudad, pasamos por la pastelería más antigua de París. Se cree que fue en Stohrer donde se inventó el famoso Baba au Rhum, un postre francés que consiste en un bizcocho esponjoso bañado en almíbar aromatizado con ron. Irónicamente, no me gustó mucho el que probamos aquí, pero nos encantó su Saint-honoré. Otro clásico de la pastelería francesa que se compone por una base de hojaldre coronado con profiteroles cubiertos de caramelo y rellenos de crema.




Terminé este viaje pensando que, tal vez, pueda acostumbrarme a viajar sin la presión de tener que probar todas las recomendaciones que encontré en TikTok. Quizás dejarse llevar también tenga algo de mágico.
Tal vez pensar que no será la última vez que visite París sea una forma de manifestar mi regreso.